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Porque sueño yo no soy. Porque sueño yo no soy, aquellos que sólo confían en su propia verdad me llaman Leo Lozeau.
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Mi padre era un hombre como muchos otros. Un perro que mordía su vida perra.
El era pequeño, gordo, feliz, con las mejillas rojas. Las arrugas le daban forma a su rostro, pero no revelaban más que la edad que salía del fondo de ellas. En algún lugar entre los buenos días y el adiós, una eterna, intocada luna perforada por una rebanada de tiempo, una frente se alargaba más allá de su barbilla a su cuello y colgaba desesperadamente hasta sus hombros atiborrados.
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Porque sueño, no soy. Porque sueño sueño. Porque en la noche me abandono a mis sueños. Antes de que sea dejo el día. Porque no amo. Porque tenía miedo amar. Ya no sueño. Ya no sueño. Ya no sueño. Ya no sueño.
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