He leido a nanilka. Me gusta. Nanilka esta chida. Y. Con todo respeto me aviento lo siguiente
Nanilka entra en silvaman.
Silvaman cada vez está más triste. Silvaman se ve en los espejos. Silvaman. Silvaman. Canta Silvaman. Hola clayola. Y su bolsita de sorpresas. Este punto. No va aquí. Y. Me vale.
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Ayer leí crónicas marcianas, los marcianitos están bonitos, los ríos en marte bien bonitos, las montañas azules digo: caray que bonitas están las montañitas azules. Bradbury sí está loco y como dice el borges: no sabemos por qué nos mantiene leyendo sus cuentitos bonitos y novelitas. Leí la novela esa de Fahrenheit y se me quemó en las manos en la página 30. Ayer también me topé a Artemio cruz, quesque lo andan buscando para matarlo, le dije que no creyera en lo que lee. También leí algunos cuentos chinos y no les entendí nada. Siempre me pasa así con los libros. El libro del Yépez (aunque ya se dijo anteriormente) tiene un humor amargoso, como la carne agridulce en la comida china, es divertido y agrio, como una vieja menudera del mercado y eso me agrada. No sé, hay veces que pienso que deberíamos hacer una luchitas, por ejemplo: Yépez contra el Carlos de la Sierra, los catarrazos estarían buenos. ¿Quién ganaría? No sé, pero lo divertido nadie se lo quitaría
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Anécdota súperheroística
Cuando estudié en la escuela de Xavier de los hombres X, tuve una maestra muy buen onda: la maestra rambo, era una mujer que llegaba todas las mañanas en tanque de guerra y era muy fuerte, un día tumbó de una cachetada a uno que podía ser de los futuros superhéroes de mi generación: daredevil, pero con el trancazo en la cara quedó ciego. Desde entonces no hace más que comer donas.
La maestra rambo nos enseño a cómo dejar ciego a una persona con una cachetada, también nos enseño a no insultar a un maestro y menos cuando tal maestro sabe como dejar ciego a una persona con una cachetada
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